domingo, 9 de enero de 2011

Herencia musical de Wolfgang Amadeus Mozart


Wolfgang Amadeus Mozart  fue el compositor austriaco del periodo clásico, más influyentes en la historia de la música occidental. Creo una serie de obras que revolucionaron todos los ámbitos de la música, tales como óperas, obras sacras, sonatas, obras vocales profanas, Obras orquestales, Danzas y música para ballet, marchas, Música para órgano y para instrumentos mecánicos, etc, las cuales son presentadas a continuación.
Óperas
Mozart se aproximó al mundo de la ópera desde su juventud: Bastien und Bastienne, así como otras tempranas piezas híbridas, forman parte de esas pruebas de talento. Otra obra, Mitridate, Re di Ponto (Mitrídate, rey de Ponto), que Mozart compone y presenta en Milán a la edad de trece años, le proporcionó cierto reconocimiento. Pero es  con las óperas escritas después de su traslado a Viena cuando comienza la historia de las obras maestras.
Idomeneo : en el año 1780, Mozart recibe el encargo de escribir una ópera seria para la corte de Karl Theodor, el príncipe elector de Múnich. El 29 de Enero de 1781, la obra fue acogida con aplausos durante su estreno.
Die Entfuhrung aus dem Serail, el rapto en el desarrollo: el emperador austriaco José II hizo a Mozart el encargo de escribir esta obra. En vano intentaron los detractores  del compositor, en especial Antonio Salieri, impedir la presentación, que tuvo lugar el 17 de julio de 1782 en el Burgtheater de Viena, y que fue celebrada de manera excepcional.
Le nozze de Figaro, Las bodas de Fígaro: Mozart trabajó en esta comedia con toques de crítica social desde octubre de 1785 hasta abril de 1786. Sus enemigos le pusieron unos obstáculos en el camino, pero fueron eliminados por el emperador. El estreno tuvo lugar el 1 de mayo de 1786, también en el Burgtheater, y la obra tuvo tal éxito, que casi todas sus arias hubieron de ser interpretadas por segunda vez.
Don Giovani: escribió para el teatro de Praga su demoniaca Don Giovanni, obra que puede clasificarse sin ninguna duda como el punto culminante de su creación escénica. El estreno, que se produjo el 29 de octubre de 1787, fue extraordinariamente bien, pero el público la recibió con reservas.
Cosi fan tutte, así hacen todos: hacia finales del año 1789, y con celeridad febril, escribió Mozart su tercera ópera a partir de un libreto de Lorenzo Ponte. Este encargo del emperador aseguraba doscientos ducados, y con ello un momentáneo respiro en su situación de crónica falta de dinero. El estreno tuvo lugar el 26 de Enero de 1790, también en el Burgtheater.
La Clemenza di Tito (La clemencia de Tito): a mediados de Julio de 1791, Mozart recibió de la aristocracia de Bohemia el encargo de escribir una ópera solemne que debería ser presentada con motivo de la coronación de Leopoldo II como rey de Bohemia. Compaginado este trabajo de la composición de Die Zauberflote (La flauta mágica), Mozart consiguió terminar  La clemencia de Tito en un lapso de cincuenta días. A mediados  de agosto viajó a Praga, donde terminó la partitura  ensayó la obra. Durante el estreno, que tuvo lugar el 6 de de septiembre de 1791, se produjo un hecho decepcionante: la acogida fue, en comparación con los éxitos de las óperas anteriores Figaro y Don Giovani, en extremo reticente.
Die Zauberflote (La flauta mágica): medio año antes de su muerte, Mozart comenzó a poner música al libreto escrito por el polifacético y talentoso libretista vienés Emanuel Schikaneder, la partitura de la flauta mágica quedó terminada a mediados de septiembre, el treinta de ese mes fue presentada en el teatro Auf der Wieden, con dirección del propio compositor, en su estreno los aplausos fueron pocos, pero en la segunda presentación obtuvo un gran éxito.
Obras sacras
Dieciocho misas y el inconcluso Réquiem en re menor son los grandes aportes de Mozart en la música eclesiástica. Junto a esa última obra, rodeada de misterios y compuesta en el lecho de muerte (y que fue concluida luego por Submayr, un discípulo de Mozart),  han conquistado un lugar en los repertorios, sobre todo, la Kronungmesse (Misa de coronación) en do mayor y la gran misa en do menor. Versiones abreviadas de la música litúrgica, que se conoce como Missa brevis, siguen escuchándose en conciertos en las iglesias o misas.
Obras sacras menores
La música eclesiástica de Mozart sigue siendo tratada con desinterés. Estas composiciones litúrgicas menores solo ocuparon un lugar en los repertorios dos de ellas: el Exsultate, jubilate, de 1773, y la pegadiza Ave verum, escrita por Mozart en 1791, el año de su muerte.

Sonatas para la iglesia
 Entre 1772 y 1780, Wolfgang Amadeus Mozart compuso diecisiete sonatas para la iglesia, las cuales constan de un solo movimiento, y fueron presentadas en Salzburgo en los servicios religiosos, entre el Gloria y el Credo. A pesar de su formato reducido, no deben menospreciarse estas obras incidentales para órgano y orquesta: la riqueza de inventiva típicamente mozartiana las convierte en joyas de la bibliografía musical.
Obras vocales profanas
a)       Arias y escenas:
De las más de cincuenta arias y escenas conocidas, la gran mayoría fueron escritas para soprano y orquesta, una docena de ellas exigen un contralto, y otras siete composiciones son ¨piezas de exhibición¨ para bajo –impactantes piezas entre las que se encuentra Ch´io mi scordi te, de 1786, la cual goza de una popularidad extraordinaria-.
b)       Canciones y cánones:
Wolfgang Amadeus Mozart escribió alrededor de tres docenas de canciones; estas se escuchan con muy poca frecuencia en los conciertos. Y si no fuera por algunas piezas cercanas a la canción popular, como Komm lieber Mai o Das Vielchen, probablemente todo este aspecto de la obra de Mozart habría quedado del todo en el olvido.
Obras orquestales
a)   Sinfonías
 Desde tiempo las opiniones acerca del número de sinfonías originalmente compuestas por Mozart están bastante divididas. Actualmente, la última obra de ese género, la llamada sinfonía Júpiter en do mayor, lleva el número 41; para el año 1773,  el compositor, escribe su primer concierto para piano.  Mozart ya había compuesto unas dos docenas de sinfonías, pero la llamada pequeña sinfonía en sol menor es la primera obra realmente característica, una obra del Sturn und Drang, de notable emotividad y fuerza expresiva.
  En 1774, se da otra muestra de brillantez del compositor con la sinfonía en la mayor. Luego transcurre cuatro años  y crea Pariser Symphonie (Sinfonía parisina) en si bemol mayor (obra en tres movimientos), que fue frenéticamente aclamada en su estreno. Mozart engalanó esta obra de exhibición con timbales trompetas y, por primera vez, también con clarinetes, y el público francés se logró conquistar.
 De regreso a su ciudad natal, Mozart escribe otra sinfonía (la sinfonía en do mayor). Del primer periodo de Viena (1782) es la sinfonía de Haffner (en re mayor), un brillante destilado de una serenata en cuatro movimientos compuesta para la adinerada familia de Salzburgo del mismo nombre. En la llamada sinfonía de Linz (en do mayor), surgida un año después, el compositor emplea un elemento copiado de su colega Joseph Haydn: por primera vez el movimiento inicial no comienza con el acostumbrado alegro, sino que va encabezado por una introducción lenta.
 El punto culminante de la creación sinfónica de Mozart es alcanzado con las últimas cuatro obras: la sombría sinfonía de Praga en re mayor, la cual consta también de tres movimientos, y la trilogía final, formada por las sinfonías núm. 39, 40 y 41, que fueron terminadas en tan solo 3 meses, y coronan un conjunto en realidad bastante dispar. La solemne sinfonía en mi bemol mayor  y sus extremadamente populares hermanas-la sinfonía en sol menor y la sinfonía Júpiter en do mayor muestran a un Mozart a la altura del de su último concierto para piano, a un nivel como compositor,  superando los límites de su época.
b)   Divertimentos, serenatas y casaciones
 En el siglo XVIII existía una inmensa demanda de música de carácter festivo de toda índole, eventos sociales y festividades sólo merecían comentario, si el correspondiente anfitrión era capaz de ofrecer el apropiado marco musical, así muchos compositores podían ganar su sustento componiendo divertimentos, serenatas, y casaciones.
De los años juveniles de Mozart se han conservado tres casaciones de varios movimientos (en re mayor, en sol mayor, y en si bemol mayor), con las cuales el entonces joven de treces de años se promocionaba para otros posibles pedidos. También existen otros veinticuatro divertimentos para la más divertidas formaciones, entre otros el mi bemol mayor, de 1788, escrito para trío de cuerda, y los llamados Salzbuger Divertimenti (Divertimentos de Salzburgo), escritos originalmente para cuatro instrumentos de cuerda.
Creo quince serenatas réquiem, la encantadora Serenata Notturna para cuerdas y timbales, o de la Serenata Haffner, concebida en gran formato y surgida en el mismo año de 1776, o la de  Posthorn-Serenade, de 1779. Estas obras, así como las serenatas para instrumentos de viento en si bemol mayor, en mi bemol mayor y en do menor, todas de los primeros años de la década de 1780, representan la típica música clásica de entretenimiento, mejor que la inmortal Eine Kleine Nachtmusik (pequeña música nocturna).
Un caso especial lo constituye la pieza Musikalische Spab (Una broma musical), con la que Wolfgang Amadeus Mozart le tomó el pelo a una orquesta de diletantes en el año 1787: fragmentos desiguales, entonación poco límpida, estridente sonido de trompa y una lucha desgarradora contra los compases, son los elementos a partir de los cuales  fue creada esta singular broma.
c)   Danzas y música para ballet, marchas
Ciento cinco minuetos, cincuenta y seis danzas alemanas, cincuenta y ocho contra danzas, quince marchas y la música para el ballet Les  petits reins (las pequeñas cosas), conforman el legado del Mozart miniaturista. Es cierto que de estas minucias de mero entretenimiento no pueden sacarse conclusiones acerca de la importancia de la obra completa, pero muestra cómo Mozart dominaba con facilidad este ámbito del entretenimiento musical.

d)  Conciertos y piezas concertantes
      Wolfgang Amadeus Mozart compuso conciertos o bien obras concertantes, para prácticamente todos los instrumentos habituales en su época. Muchas de esas obras son producto de ocasión, pero las hay notables, y algunas sobresalientes. En las más de dos docenas de conciertos para piano se pone de manifiesto, por debajo de la armoniosa superficie, el ser humano y su vida, sus esperanzas y miedos, su impetuosidad y su resignación.
Mozart compuso  para instrumentos de viento y de cuerda, lo siguiente: El concierto para fagot en si bemol mayor, de 1774, el concierto para flauta en sol mayor, de 1778, y el concierto para oboe, compuesto en el mismo año, son típicos encargos resueltos con facilidad. El segundo concierto para flauta en re mayor manifiesta como ningún otro, la insolencia de Mozart, ya que esta obra no es más que la adaptación del concierto para oboe para un nuevo cliente, el cual no quedó muy satisfecho con este intento de timo.
 En París, Mozart escribe, en 1778, el doble concierto en do mayor para flauta y arpa, expresamente para el duque de Guines, un diletante aficionado a tocar la flauta, y su hija que tocaba el arpa. Existe también un andante para flauta y cuerdas en do mayor, el cual data del año 1780, cuatro atractivos conciertos para el corno, y una sinfonía concertante en mi bemol mayor para oboe, clarinete, corno, fagot y orquesta. Y por último, una obra que supera a todas las demás: el melancólico concierto para clarinete en la mayor, escrito en 1791, el año de la muerte del compositor, y que se destaca por encima  de todas las demás composiciones mencionadas.
Los conciertos para violín nos revelan mucho más sobre Mozart, se trata de los conciertos en si bemol mayor, en re mayor, en sol mayor, en re mayor  y en la mayor, todos del año 1775. Entre ellos, ocupa un puesto muy especial la última obra de la serie, con su episodio turco.
Un poco más antiguo es el algo correoso concertone en do mayor para dos violines y orquesta, mientras que las tres obras concertantes (el adagio en mi mayor, y los rondós en si bemol mayor  y en do mayor), merecen un lugar que ocupan en la vida musical actual.
De todas estas obras la más fuera de común es la sinfonía concertante en mi bemol mayor para violín, viola y orquesta,  compuesta durante el desdichado viaje a París. Mozart se había desentendido completamente del violín camino de Francia, prefería sin ninguna duda el piano, y de los instrumentos de cuerda la viola. Es aquí, en la sinfonía concertante, donde Mozart crea un confrontación entre el instrumento favorito de su padre y su predilecta viola.
Los conciertos para piano, que recorren toda la carrera musical de Wolfgang Amadeus Mozart , en la más tierna edad, hace arreglos para tres sonatas de Johan Christian Bach; además, da forma de concierto a algunas sonatas de su gusto, compuestas por músicos que apenas hoy apenas nadie conoce.
El primer concierto auténticamente suyo, el concierto para piano en re mayor, del año 1773, conserva toda su vigencia: la orquesta, notablemente grande para la circunstancias de la época, sirve como medio para producir un gran bullicio, coronado ceremoniosamente por los timbales y las trompetas.
Tres años más tarde, ven la luz otros tres conciertos para piano. El triple concierto en fa mayor está concebido de manera tan simple que la parte del tercer piano puede ser asumida por un aficionado con cierto talento. De igual modo, en el concierto en do mayor, escrito para la princesa Lutzow, se tienen en cuenta las limitaciones de la solista; el concierto en si bemol mayor, por el contrario, no sólo resulta esencialmente más elegante, sino que es también más exigente en términos generales.
En enero de1777, con su concierto para piano en mi bemol mayor, Mozart pone patas arriba todo lo que el público de entonces creía saber sobre la forma del concierto. En 1779, surge el concierto para dos pianos y orquesta en mi bemol mayor. Pero es sólo después del traslado del compositor a Viena cuando se plantea la necesidad de ofrecerle al público nuevas pruebas de sus habilidades pianísticas. Así, entre 1782 y 1783 se inicia la increíble serie, encabezada por tres composiciones relativamente fáciles y comprensibles (en fa mayor, en la mayor y en do mayor)
En 1784, Mozart escribe otros seis conciertos para piano: en mi bemol mayor, en si bemol mayor, en re mayor, en sol mayor, en si bemol mayor y fa mayor.
Pero todavía seguirían otros ocho conciertos. Primero, esa obra apasionada, anticipadora de lo que sería el universo sonoro de Don Giovanni: el concierto en re menor, de 1785; inmediatamente después aparecerá el concierto en do mayor, cuyo movimiento lento-a veces tocado demasiado lentamente- alcanzó cierta dudosa fama gracias a la película Elvira Madigan; a éste le seguirán el extenso concierto en mi bemol mayor y su lírico complemento, el concierto en la mayor.
Con el concierto en do menor, Mozart se encamina de nuevo con ímpetu y brío hacia regiones que casi representan la música del futuro. Se suele comparar esta obra del año 1786 con el tercer concierto para piano de Beethoven.
El concierto en do mayor, de 1786, con su gran aparato orquestal, y el también pomposo Kronungskonzert (Concierto de coronación) en re mayor, de1788, son, por decirlo de algún modo, dos refinadas obras aisladas, mientras que la obra final, el concierto en si bemol mayor, pertenece completamente a otro mundo: en él se renuncia a todo efecto externo a favor de un continuo lirismo que adopta rasgos de canción popular en el movimiento final ¿Se trata acaso de una despedida, o bien de un nuevo punto de partida?¿Ha alcanzado Mozart el nivel de los románticos antes de tiempo, o acaso se resigna a una indescriptible belleza? Quizá se trate de ambas cosas.
 
Música de cámara
Además de los Divertimentos de Salzburgo, Wolfgang Amadeus Mozart escribió alrededor de dos docenas de obras las que denominó cuartetos para cuerda. Iniciando esa serie, está una pieza artesanal en tres movimientos compuesta por el músico a la edad de catorce años, el cuarteto en sol mayor, el cual es continuado en Milán entre 1772 y 1773 con el ciclo en seis pares. Aquí se pone de manifiesto una asombrosa seguridad en el manejo de esa forma relativamente nueva; en las seis obras que escribe pocos meses después, el compositor consigue dar un gran salto hacia delante, que puede explicarse sin duda alguna a partir del contacto directo de Mozart de los cuartetos de Haydn op. 17 y op. 20: estas composiciones del joven maestro se caracterizan por una gran fantasía, un espectro emocional extraordinario y una disposición a la experimentación musical.
En el transcurso de los próximos diez años, Wolfgang Amadeus Mozart no se ocupará más de este exigente medio expresivo. Sin embargo, más tarde compondrá sus diez ¨últimos¨ cuartetos para cuerda, los cuales apenas puede creerse que hayan sido escritos por el mismo compositor de aquellas notables obras de juventud ya mencionadas. Los seis cuartetos Haydn, dedicados a este gran músico, y a  los que corresponde a los números del 14 al 19 (1782-1785), le costaron a su creador un esfuerzo relativamente grande, tal y como sabemos de sus propias palabras. Él que podía trasladar a la partitura con gran facilidad y directamente sobre el material al que antes había dado forma en la mente, tuvo en este caso que bosquejar y ¨retocar¨: finalmente el resultado fue tan exitoso  que esas seis composiciones, entre las que se encuentran títulos tan populares como  en si bemol mayor, el Jagd-Quartett (Cuarteto de la caza), y el do mayor, titulado Dissonanzen (Disonancias), se han convertido en joyas de la literatura de la música de cámara.
El llamado cuarteto Hoffmeister en re mayor, del año 1786, es una obra aislada, algo que no era muy típico de época de Haydn y de Mozart, pues hasta la op. 18 de Beethoven, las obras-especialmente las de cámara- solían ser publicadas en series de tres, seis e incluso de doce piezas. También son de gran importancia los seis quintetos para cuerda, de los cuales 4 fueron escritos en los últimos años  de la vida del compositor. Entre ellos destacan dos: el cuarteto en do mayor  y el cuarteto en sol menor, dos caras de una misma moneda, obras llenas del más alto dramatismo y densidad expresiva, música de una vigorosidad tal que deja en la sombra incluso a los más grandes cuartetos.

Tríos, cuartetos y quintetos para instrumentos
de viento y/o piano
Este aspecto de la obra de cámara mozartiana se presenta ante el oyente de manera bastante difusa. Además de las composiciones expresamente agradables, como por ejemplo los cuatro cuartetos para flauta y cuerdas (en re mayor, en sol mayor; en do mayor y en la mayo 298), encontramos también el singular Kegelstatt-Trio para clarinete, viola y piano, de 1786. El cuarteto para oboe en fa mayor, del año 1781, y el cuarteto para corno en mi bemol mayor, escrito un año después, contrastan igualmente con el casi romántico quinteto para clarinete y cuerdas en la mayor, del año 1789.
También es significativo el quinteto para piano y cuatro instrumentos de viento, del año 1784, así como los cuartetos para piano y cuerdas en sol menor y en mi bemol mayor. Con estas últimas composiciones Mozart se burla abiertamente de la música doméstica, tan de moda entonces. El habitual compositor por encargo proporcionaba a su círculo de clientes obras técnicamente inofensivas, que podían ser interpretadas directamente de la partitura sin necesidad de una gran preparación técnica. Pero Mozart se sitúa por encima de esta costumbre.

Tampoco pueden tomarse a la ligera lo seis tríos para piano, escritos entre 1776 y 1788. En todo caso, el primero de la serie, todavía denominado divertimento (en si bemol mayor), podría ser interpretado por espíritus no muy exigentes; pero con el transcursos de los años, Mozart se va apartando cada vez más en este ámbito del lenguaje al uso, para sondear profundidades expresivas completamente nuevas.
Sonatas para violín
Su primera sonata para violín y piano-o mejor dicho, para piano con acompañamiento de violín- la escribió Mozart a la edad de seis años. Se trata de un testimonio del talento de ese niño prodigio; una obra en la que el instrumento de cuerda todavía tiene un papel en extremo modesto. En el transcurso de su evolución posterior, podemos observar una progresiva emancipación del violín, y desde finales de la década de 1770, puede hablarse de una asociación entre el violín y el piano. Particularmente, la sonata en mi menor escrita en los tiempos de París y las obras posteriores escritas en Viena, alcanzan un nuevo nivel en la música para dúo.

Obras para piano

De las dieciocho sonatas para piano de Mozart, que fueron compuestas entre los años 1775 y 1789, sólo una ha logrado conseguir el prestigio necesario para sobresalir por encima de los demás: se trata de la Sonata facile (sonata fácil) en do mayor, de 1788, ha sido una pieza con la cual han practicado innumerables alumnos de piano. Sus habitualmente notables hermanas han quedado para música para conocedores, aunque el movimiento de variaciones con que comienza la sonata en la mayor, y sobre todo su final a la turca, han conseguido la categoría de piezas populares.

Las primeras seis sonatas del año 1775 muestran a un Mozart a la altura de los acontecimientos y sobretodo en la llamada Durnitz-sonate, con sus extensas variaciones finales, el compositor logra abrir caminos muy personales. Las estaciones de desdichado viaje a París están señaladas por las siguientes tres sonatas (en do mayor; en re mayor, y en la menor). El hecho de que el compositor no consiguiera ninguna resonancia con su áspera y descortés sonata en la menor es lógico: cualquiera que se presente delante el público parisino con tal agresividad, no tenía por qué asombrarse si la reacción fuera un frío silencio, como sucedió en la primera representación de la obra.
Sobre la fecha de creación de las siguientes cuatro sonatas, las opiniones de los musicólogos difieren. Originalmente se pensaba que también habían sido escritas en París, pero actualmente hay un consenso en cuanto a que fueron escritas entre los años 1781 y 1783. En todo caso la colección fue publicada en el año 1784 en Viena; en ella encontramos la mencionada sonata en la mayor, una pieza relativamente conocida en la que Mozart se apunta a la moda turca de entonces.
Una obra que se sale de lo habitual es la sonata en do menor, del año 1784, publicada junto a la revolucionaria fantasía, escrita en la misma tonalidad. Lo que Mozart ofrece aquí es sencilla y llanamente insólito: rompe completamente con la armonía y se abre a unas profundidades emocionales,  fuera de esa época.
Tres de las últimas cuatro sonatas de los años 1788 y 1789 (todas excepto la sonata facile) eliminan cualquier duda de que Mozart, en la expresividad pianística, se alzo muy por encima de sus contemporáneos.
Piezas para piano y variaciones
Entre las quince variaciones para piano de Mozart  hay una obra, que siendo la más insignificante, ha conquistado el corazón de los diletantes por la facilidad con que puede ser interpretada: se trata de la pieza en do mayor titulada Ah voudirai-je maman (A ti te lo diré, mama), surgida a principios de la estancia del autor en Viena. Entre las obras de un solo movimiento, merece atención, en especial, el escabroso adagio e si menor.
Música para órgano y para instrumentos mecánicos
Hacia finales de su vida, Mozart se vio obligado a paliar su miseria financiera con algunos encargos pocos agradables. Fue así como llegó a escribir cuatro piezas para un órgano mecánico, un instrumento que despreciaba. El compositor logró tres pequeñas maravillas que actualmente son interpretadas en los conciertos de órgano: el adagio y allegro en fa menor, la fantasía en fa menor y el andante en fa mayor. Por último el adagio en do mayor, una composición originalmente concebida para armónica de cristal, constituye de nuevo una reverencia al gusto de la época.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Yo también saqué de aquí, espero que no sea muy evidente, pero para qué, está super buena.

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