domingo, 9 de enero de 2011

Herencia musical de Antonín Dvorák



Antonín Dvorák, fue un compositor checo, de los principales de Europa del siglo XIX y junto a Bedřich Smetana, la figura más representativa de la escuela nacional checa de composición.

Sus primeras obras estaban influidas por la música del compositor austriaco Franz Schubert y del alemán Ludwig van Beethoven, y durante su carrera se basó en los trabajos del compositor alemán Richard Wagner, sobre todo en sus óperas, género al que dedicó todas sus energías los últimos años de su vida. No puede dejar de señalarse en sus obras la impronta de Johannes Brahms. 

También investigó la música folclórica checa y eslovaca y sus obras más maduras reflejan un profundo sentimiento nacionalista. Entre sus obras se destacan las siguientes.




Obras orquestales:
De las nueve sinfonías de Dvorak es la última, Z noveho sveta (Del nuevo mundo), de 1893, ha conseguido la mayor popularidad. Ni siquiera la elegante octava o la muy dramática séptima tienen oportunidad alguna ante esta obra.

El concierto sinfónico para violonchelo y orquesta en si menor op. 104 surgió en Estados Unidos, los conciertos para violín y para piano,  anteriores, son desplazados por esta impresionante obra, mientras que su primer concierto para violonchelo, del año 1865 sólo resulta de interés para ciertos coleccionistas de rarezas.

Son muy populares las temperamentales Danzas eslavas para orquesta, escritas originalmente para dos pianos, las oberturas- Mi hogar, En la naturaleza, Otelo, Los husitas y Carnaval-no han perdido tampoco un ápice de su eficacia. De los últimos años son los cinco poemas  sinfónicos, en los que el compositor se inspiró en distintas baladas: La bruja del mediodía, la rueca dorada, acuario, La paloma del bosque y canción de un héroe.

Un exquisito aporte al repertorio para orquesta de cuerda lo constituye la serenata en mi mayor, cuyas magníficas cualidades melódicas atrapan   desde los primeros compases.

Música de cámara:
         En el ámbito de la música de cámara, las obras surgidas en Estados Unidos se centran bien arriba en la escala de popularidad en comparación con sus hermanas. Apenas ha comenzado el duodécimo de los catorce cuartetos para cuerda (el cuarteto en fa mayor op. 96), y en seguida se escuchan los característicos giros melódicos americanos, los cuales dejan en la sombra a los dos cuartetos siguientes. Estos últimos,  son dignos de ser escuchados, y  tienen una altísima calidad.

También la sonatina para violín y piano en sol mayor op. 100 saca provecho de sus rasgos americanos. Al sosegado movimiento intermedio se le denomina en ocasiones ¨queja india¨, y es cierto que la atmosfera se asemeja mucho al conmovedor solo de corno ingles de la novena sinfonía.

A la pluma de Dvorak se deben cuatro tríos para piano. La última de estas obras toma su subtítulo (Trío Dumky) de la popular danza bohemia, deja aquí su huella inconfundible. Otros son el quinteto para piano y el quinteto para cuerda, así como un sexteto para cuerda. Por último, está el elegante terceto para dos violines y viola
Música para piano:
 Una exquisitez, la humoreske en sol bemol mayor, se ha convertido en una pieza que no pasa de moda; incluso las vibrantes Danzas eslavas en la versión para dos pianos se ven relegadas a un segundo plano ante esta obra. Entre sus obras para piano la mas conocida es la Humoresca de 1894.

Óperas:
En el periodo comprendido entre 1870 y 1903 Dvorak compuso nueve óperas, estas fueron: las óperas Vanda (1875), Dmitri (1882), El jacobino (1887-1888), El diablo y Catalina (1888-1889), Rusalka (1901) y Armida (1902-1903). El cuento Rusalka (1900) se impuso en los escenarios.

Canciones:
De las canciones de Dvorak es preciso destacar los duetos Klange aus Mohren (Sonidos de Moravia) para soprano y contra alto, y las populares melodías gitanas op. 55, de las cuales es particularmente conocida la número cuatro (Cuando mi anciana madre me enseñaba a cantar).

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